No más vidas silenciadas: diversidad sexual y prevención del suicidio.
Algunos mitos dicen que en las encrucijadas se revelan verdades profundas. Hoy, nuestra encrucijada es cultural: la imposición de normas rígidas frente a la necesidad de vivir con autenticidad. Sigmund Freud, en el Malestar en la Cultura, ya advertía que la cultura impone renuncias a los deseos individuales, generando represión y culpa.
Un siglo después, ese malestar sigue siendo tangible, especialmente para quienes formamos parte de la diversidad sexual y enfretamos violencias simbólicas y materiales.
Vidas LGBTIQ+ silenciadas
En México, más de cinco millones de personas se identifican dentro del espectro LGBT+, según la ENDISEG 2022. Pero detrás de esta cifra se esconde un dolor que no siempre se nombra: el 28.7% ha tenido pensamientos suicidas y el 14.2% ha intentado quitarse la vida al menos una vez. Estas estadísticas lejos de ser meros números, son historias truncadas por la discriminación, la exclusión familiar, la homofobia y el rechazo social. Septiembre, mes de la prevención del suicidio, nos obliga a mirar de frente esta realidad, preguntarnos ¿Qué estamos haciendo como sociedad para evitar que estas muertes sigan ocurriendo?
Freud afirmaba que la cultura descansa sobre la renuncia de impulsos. Pero, ¿qué ocurre cuando esa renuncia no es voluntaria sino impuesta, cuando ser quien se es implica un castigo social? Lo que ocurre es un peso insoportable: crecer en un entorno donde la heterosexualidad se erige como norma absoluta genera dudas, miedos y culpas que anidan en el corazón de millones de personas. El malestar se convierte en desesperanza, y esta, demasiadas veces, en el silencio definitivo del suicidio.
La literatura científica ha intentado comprender uno de estos fenómenos. Dean Hamer, en 1993, investigó los factores biológicos de la orientación sexual; Richar Green desmontó la patologización de la homosexualidad en su libro The sissy boy syndrome; Gregory Herek estudió la raíz psicológica del prejuicio sexual. Sus hallazgos coinciden en algo: la homosexualidad y la heterosexualidad son parte de la diversidad humana. No obstante, instituciones como la familia, la escuela, la iglesia o los medios han funcionado como dispositivos de correción. Desde frases aparentemente inocentes como “no llores, pareces niña” hasta programas televisivos que ridiculizan a las personas trans, el mensaje es claro: quien no encaja, sobra.
Michel Foucault describió al “individuo a corregir”. En las sociedades modernas, esa correción se refuerza desde múltiples frentes: la familia que enseña a callar, la iglesia que condena, la escuela que sanciona, los medios que caricaturizan. Y, aunque hoy hay más visibilidad – como el hecho de que Wendy Guevara conduzca un programa nacional – seguimos lejos de un contexto en el que las identidades diversas sean reconocidas sin reservas. El malestar persiste porque la cultura sigue construida sobre normas que excluyen.
El impacto de estas dinámicas no es menor. Estudios como los de Rosario Hernández (2009) muestran que vivir de manera incongruente con la propia identidad genera ansiedad crónica, disforia, depresión y deterioro en el bienestar psicológico. Ian Mayer, con su modelo de estrés de minorías, demostró cómo la discriminación sistemática desgasta la resiliencia y lleva a muchas personas a vivir una doble vida: la visible y la oculta. Ocultarse es, en muchos sentidos, una forma de morir en vida. Y cuando el peso de esa ocultación resulta insportable, el suicidio aparece como la única salida posible.
Hablemos del suicidio: vidas silenciadas
Hablar de suicidio en el marco de la diversidad no puede reducirse a mensajes simplistas como “no estás solo”. Es necesario comprenderlo como un síntoma social. Nadie se suicida en el vacío: detrás hay una red de instituciones que fallaron, de familias que rechazaron, de iglesias que condenaron, de gobiernos que no protegieron, y de amigos que no escucharon. Prevenir el suicidio implica transformar esas condiciones culturales. Significa construir familias que escuchen, escuelas que eduquen en respeto, medios que representen con dignidad y políticas públicas que aseguren derechos.
Aún así, también hay motivos para la esperanza. Cada avance en representación, cada vez que una persona LGBT+ ocupa un espacio de liderazgo, cada vez que se legisla a favor de derechos, cada vez que se rompe un estigma en el discurso público, se abren grietas en el muro de la exclusión. Freud decía que el precio del progreso cultural es la culpa. Hoy, nuestro reto es transformar esa culpa en aceptación, empatía y libertad.
Prevención del suicidio es dar voz a las vidas
La prevención del suicidio, en este contexto, es mucho más que una campaña: es una apuesta cultural. Es atrevernos a cuestionar los pactos normativos que asfixian, a desarmar prejuicios arraigados, a crear un marco social en el que todas las personas puedan vivir sin miedo. Es comprender que cada vida cuenta y que ninguna debería perderse por culpa de estigamas heredados.
El malestar en la cultura, esa heridas que Freud describió hace casi un siglo, sigue abierta. Pero también sigue abierta la posibilidad de reconciliar la cultura con la vida auténtica. Prevenir el suicidio es, en última instancia, una forma de rebelarse contra la muerte impuesta por la norma. Es una invitación a construir un futuro donde vivir con dignidad no sea un privilegio, sino un derecho.

Referencias:
Freud, S. (1930). El malestar en la cultura. Amorrontu.
Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI)(2022). Encuesta Nacional sobre la Diversidad Sexual y de Género (ENDISEG).
Geertz, C. (1973). La interpretación de las culturas.
Green, R. (1987). The sissy boy syndrome and the development of homosexuality.
Hamer, D. (1993). A linkage between DNA markers on the X chromosome and male sexual orientation. Sience.
Herek, G. M. (2000). The psychology of sexual prejudice. Current Directions in Psychological Sience.
Mayer, I. (2003). Prejudice, social stress, and mental health in lesbian, gay, and bisexual populations: conceptual issues and research evidence.
Rosario-Hernández, E. Et al (2009). Revista Puertorriqueña de Psicología, 20, 103-143.
Poushter, J. y Kent, N. (2020) Global divide on homosexualitu persists. Pew Research Center.
Autor: Agustín Puntos
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